Estaba la cucarachita Josefina
limpiando la entrada de su linda casita, y en el ir y venir de la escoba,
brilló ante sus ojitos, un lindo y perfecto mediecito. Lo tomó entre sus
manitas con cierto goce, pero con un poco de temor. Pues que dichosa podía hacerla
en esa mañana la fortuna de haberle regalado semejante tesorito. Cuando tuvo el
mediecito bien agarradito entre sus manos; lo miró bien y decidió guardarlo
rápidamente en uno de los bolsillos de su lindo delantal.
Luego de un
rato la alegría no le cabía en el pecho y tenía la urgente necesidad de decirlo
y entonces pensó en contárselo a Misia Rata, quién se encontraba distraída
entre sus frascos de tónicos y sus hojitas de albahaca. Entonces la cucarachita
no se contuvo más y le contó a Misia Rata la razón de la emoción que la
embargaba.
La Rata
quedó boquiabierta y le aconsejó que se comprara un montón de cosas: un fino
perfume, lindos vestidos o un anillo. La cucarachita pensó y pensó, pero no
sabía qué hacer; sí guardar aquel hallazgo o gastarlo en exquisitas banalidades
o bien en ricos y apetecibles postres,
aquellos que por cierto le encantaban, unos terroncitos de azúcar y rica miel,
estarían bien. Luego consideró comprar un lindo moño para adornar su cabello y
una hermosa pulsera a juego color
turquesa. Pensando y pensando, se le fue el tiempo volando.
La
cucarachita era muy presumida como era de esperarse y se fue directo a los
almacenes en el centro. Deleitándose con
las bellezas que veía en cada vidriera, se compró un moño hermosísimo y un
cinturón, quedándole algo aún para saciar un antojito: una rosquilla azucarada
para finalizar aquella mañana.
-Entre risas
y alborotos, se fue caminando para su
casa. Se colocó el moño que había comprado para lucirlo mientras regresaba. Iba
Josefina saludando a todos, el primero fue el Sr. Gallo que le salió al
encuentro con un concierto de lo más bello; después Don Perro se ofreció para
acompañarla a lo que ella sonrojada se negó un poco turbada. Pero al doblar la
esquina, sintió que alguien la miraba, era el Ratoncito Pérez, tan guapo,
tierno y gentil como siempre. -¿La
acompaño bella dama? Preguntó el Ratón Pérez. a lo que ella asintió con la
mirada. Caminaban juntos, todos los
miraban y la cucarachita lucía enamorada; pero de pronto todo se volvió un
caos, algo terrible había pasado, el Ratón Pérez se ha descuidado y un carro lo
ha atropellado. –Ay, ay, grita la
cucarachita. Los minutos que pasaron parecieron horas, pero asombrosamente el
ratoncito se ha levantado, aunque algo adolorido
y confundido.
La cucarachita Josefina presurosa se
lo lleva para su casa. Allí le cura las heridas con inmenso amor y le da sopita con
cucharón. Y colorín, colorado esta
historia se las he contado como a mí me ha gustado.