domingo, 1 de noviembre de 2015

CIERRO LOS OJOS






Cierro los ojos, nube de pensamientos.

Abro los ojos, te pienso.
No dejo de pensarte.

Extiendo mis brazos, tratando de abrazarte;
probar la temperatura de tu cuerpo,
sentir tu cercanía, sólo es aire.

Humedezco mis labios, cierro de nuevo mis ojos
nube de pensamientos.

Abro los ojos, te beso;
un beso en el aire,
se desarma el sueño;
sólo un pensamiento, un deseo.

Me levanto en medio de la noche,
el silencio, la oscuridad y te pienso.

Amanece, abro los ojos
nube de pensamientos.

Cierro los ojos, te pienso
no dejo de pensarte.

PAPEL






Vierte sobre mí todo lo que te llena,
deja que conozca todo aquello que te aqueja,
todo lo que sueñas, desliza tu pluma y cúbreme de palabras,
dale forma a un verso y luego a otro y a otro.

La poesía por sí sola se tejerá, libre, fluída;
como una cascada, las palabras saldrán,
sólo deja que tu pluma me colme, me satisfaga;
hasta la última línea, en un sin fin de rimas,
no te detengas, vacia tu pecho, confia en mi silencio;
sólo yo sé, aquello que yace en lo más profundo de tu ser.

Te espero calmo, limpio, silente;
para dejarse rebozar con tus pensamientos,
con tus cuitas, con tus recuerdos.

Besos que aún queman tus labios, lágrimas que todavía
resbalan húmedas por tu mejilla, llegando hasta mi;
reuerdos de aquel amor que no volvió.

Una palabra, dos, tres; nace un verso y ese verso,
llena por completo mi existencia.

domingo, 14 de junio de 2015

YO TENÍA UNA FOTOGRAFÍA TUYA

Yo tenía una fotografía tuya,
tuya dibujada en mi mente.
Tus ojos brillantes mirándome,
tus labios queriéndome hablar.

Tuya tenía una fotografía
dibujada en mi mente.
Tus labios queriéndome besar,
tus ojos brillantes mirándome.

Yo tenía una fotografía tuya,
tuya dibujada en mi mente.
Tus ojos brillantes mirándome,
preguntándome, dónde quedaron
aquellas miradas fulgurantes.

Tus labios queriéndome besar
mis labios queriéndote besar;
tus labios, mis labios; se confunden,
se unen, se besan.

Tus ojos brillantes mirándome,
mis ojos queriéndote mirar,
se desliza una lágrima.

Yo tenía una fotografía tuya,
tuya dibujada en mi mente.
Tus labios queriendo, amando...
tus ojos brillantes, soñando.

Yo tenía una fotografía tuya,
tuya dibujada en mi mente.

QUIERO QUE ME AMES







Quiero que me ames despacio
quiero que me ames sin prisa.
Quiero que me ames en silencio,
quiero que me ames.



Quiero que me ames, aunque sientas que ya no puedes;
quiero que me ames, aunque yo sienta, que ya amarte, no sé.

Quiero que me ames, aunque distante esté tu pensamiento,
quiero que me ames y que corra veloz el viento.
Quiero que me ames y se llene de luz el firmamento.



Quiero que ames y te sientas pleno,
quiero que me ames y nada pueda detenernos.


Quiero que me ames: dulcemente.



Quiero que me ames: infinitamente.



Quiero que me ames una y otra vez, aunque sientas que ya no puedes;
aunque sienta, que ya amarte, no puedo.

lunes, 16 de febrero de 2015

EL SUEÑO DEL POETA










La fina pluma del poeta, puede deleitar los gustos más exigentes, y conmover con palabras desconocidas, a la multitud que amontonada en la plaza se dejaba abrazar dulcemente, por el hilo musical que se desprendía con gracia de los labios del poeta que estaba declamando una Oda del amor, y luego una sencilla Lira; mágicas eran las palabras, sublime el contorno gracioso del mago de la rima y el verso. Tras las caras risueñas, se dejaba ver una apagada y sin sueños en los ojos; finos los labios entreabiertos, asomaban la dentadura más brillante y perfecta jamás vista, un cuello delgado y un talle esbelto, se asomaban los senos brevemente pronunciados, toda una maravilla humana, envuelta en un traje blanco vaporoso en la caída, ceñido a la cintura; finalmente hasta el ras del suelo arenoso. Ante tal descripción el poeta fijó la mirada como aquel que ve por primera vez el mar y se asusta por su inmensidad; y dando breves y profundos suspiros, continuó el acto en la Plaza Mayor.

Finalmente terminaba el poeta su recital, la multitud llena de sueños en el alma, se marchaba, la tarde había concluido tras millones de aplausos.

El poeta acompañado de intelectuales, bohemios de alcurnia y críticos se dirigió hacia la calle real donde se encontraba cómodamente hospedado, antes de subir al coche su mente turbada por la belleza de aquella diosa, le hicieron mirar de un lado a otro como quien busca con desesperación una fina piedra; una joya, en fin, pero el hallazgo que minutos antes sus ojos habían hecho, había desaparecido por completo; y su corazón empezaba a latir en un ritmo confuso.

Al llegar al hotel se dispuso a descansar, se acomodó sobre el lecho, cerrando sus ojos, intentando dormir, pero de inmediato la visión de aquella extraña pero hermosa dama, le turbaron de nuevo, sintiendo entonces un escalofrío recorrer todo su cuerpo; era ya cerca de la media noche cuando pudo dormir.

A la mañana siguiente los rayos del sol, se colaron por la rendija abierta de la ventana, y el poeta se incorporó algo aletargado aún sobre la cama, no podía creer haber logrado dormir, tras aquella nube de pensamientos que le llenaban el alma de un éxtasis confuso, pero también de un pesar incomprensible. Aquella dama desconocida había despertado en él, un sentimiento difícil de explicar. No era pasión, pero sentía con su solo recuerdo un intenso deseo de poseer toda aquella belleza y de tener un titubeo de aquellos labios firmes; tampoco era amor, pero a pesar de no conocerla, podría dedicarle una vida entera llena de poesía, de libros atestados de palabras dulces, darle una rosa y por qué no, decirle al oído un tierno” Te amo”.

Todas estas ideas cruzaron por la mente del poeta que todavía se encontraba en ropa de cama, con los pies descalzos, y el cabello alborotado; disponiéndose después de tanto pensarlo, a darse un baño y a vestirse adecuadamente para asistir a los actos de premiación a los más destacados poetas de la región; tomó su desayuno y en un instante, había tomado el rumbo de la calle continua a la real. Entretanto la hermosa dama sigilosamente logró entrar al dormitorio del poeta, dejando una nota perfumada en la que se leía: “Espérame esta noche después de la premiación en la entrada”, la nota estaba firmada bajo el seudónimo “La Dama de la Plaza”. La joven intuía que el poeta regresaría en busca de algunas cosas olvidadas y estaría a tiempo en el hotel. Ella también estaba desquiciada de amor, de versos y sobre todo de él, que al haber dejado unos instantes sus ojos posados en ella, habían encendido una llama imposible de apagar.

En efecto, el caballero regresó en busca de algunos papeles y se percató de la nota que había sobre estos, impregnada de un delicioso perfume con fragancia a jazmín, al leerla sintió de nuevo el escalofrío que le recorriera el cuerpo la noche anterior, y guardo con recelo la nota de la dama, que al igual que él deseaba el encuentro.

Todo sucedió como tenía que ser y al encontrarse en el hotel, el poeta dio como presente a la dama una rosa, y ella le entregó dichosa la llave de su alma. Gustosos subieron a la alcoba; sutilmente perfumada, había algunas rosas, la cama estaba tendida con sábanas blancas; bordados con arabescos dorados estaban los forros de las almohadas, las cortinas ligeramente abiertas dejaban entrar los destellos de un farol, hacía fresco, era alrededor de la media noche. La dama y el poeta se sentaron en el borde del lecho, se miraron fijamente a los ojos, sintieron un ligero arrebato de la consciencia, se daba comienzo al rito estremecedor del amor.

Ella fue descubriendo sus muslos blancos, colinas nevadas, se fue zafando sin prisa el vestido, quedando al descubierto su infinita belleza, luego de zafar toda prenda quedó tal Eva; él quedó boquiabierto, sus ojos no daban crédito ante aquella perfección que nacía ante él, y decidió hacer de aquella noche algo inolvidable, la dama acudió a su cuerpo y se recostaron en el lecho, quedando tendidos ahí hasta el día siguiente; al parecer ambos sentían hervir su sangre. A la mañana siguiente, el poeta despertó sobresaltado buscando entre sus brazos a la diosa, que había encontrado entre aquella multitud, pero la dama ya no estaba, se había marchado o tal vez nunca existió, puede haber sido el sueño de un poeta al sentir que poseía el mar, habiendo palpado una resaca de olas verdes en su cuerpo, percibiendo el cielo perfectamente delineado ante sus ojos; sintiendo su inmensidad que le aplastaba.

 

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