El olor de la rosa, de espina, tenía el tallo; la flor, era frágil su línea y su color intenso, rosa salpicada de verdor.
El olor de la rosa, de espina, tenía el tallo; la flor. Era solitaria, en aquel lugar, era admirada por ojos de buen conocedor, pero pasaba desapercibida por la mirada de aquel mal observador; que de la rosa apreciaba el tallo, delgado y fino, dulcemente retocado por un millón de pequeñas espinas; más no se detenía a pensar que para estrechar hacia el pecho, una rosa, hay que clavarse las espinas.
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