Las dulces notas del violín extasiaban a mi oído que desafiando, quería oír tus gemidos más profundos; se dejaban llevar mi cuerpo y mi mente por tu frágil línea, tus alas abrazaban toda mi existencia y por completo, me deje morir, de placer en ellas.
La noche estaba triste y quejumbrosa le dolían las estrellas, todo estaba muy solo.
Sobre mí posaste la vida inquieta y deseosa, querías amarme hasta el final de los días. Tus plumas habían tomado un color artificial y un perfume oceánico que invadía mi quietud.
Palpé a mi paso por tí, cada rincón incógnito para mí, estaba deseando a cada instante, instalarme en tu cuerpo, y perderme para siempre en un adiós confuso hacia tu interior.
La soledad me embargaba, estaba rodeada de una nada especial e increíble que vencía el miedo en una batalla de fieras y espadas.
A nuestro andar creí volar y surcar cielos desconocidos para mí. En un inmenso revoloteo nos paseamos por lo recóndito de nuestros seres y perdidos ya en la inconciencia, quedamos tendidos en la hierba y las dulces notas del violín extasiaban a mi oído.
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