Apareció bajo la luna con una
manta a cuadros roja y negra y un bolso gris terciado sobre el pecho, tenía la
cara mojada de lágrimas escarchadas.
Cuando pude acercármele ya se había ido y no quedaba de él, más que
su manta, que guardé en el armario de una vieja casa que olía a ron y a dulce
de coco de recuerdos. Pasé la noche vagando en espera de una estrella y sin
embargo, ni un lucero hallé, antes del amanecer viaje sin rumbo al infinito,
donde el ruido ensordecedor de la nada me cegó con su oscuridad. Al regresar,
me encontré tendida en la hierba, medio desnuda y descalza, viendo un lago sin
agua, donde los peces nadaban, eran pequeños, habían dorados, plateados y grises;
hasta había uno morado y usaba sombrero de pumpá era genial. Cerré los ojos mirando al cielo, al abrirlos
de nuevo, oscureció y empezó a llover, no era lluvia, eran trozos de cielo que
caían sobre mí, quise correr, pero quedé atrapada, en ellos conocí tantas
cosas, me quise quedar; pero de pronto; todo desapareció y me encontraba en un
bosque sembrado de árboles de cemento y cal; hormigas de latón; seguí caminando
y observé mi cuerpo, estaba vestida, llevaba telas y ramajes sobre mi
esqueleto; de pronto divisé a un hombre completamente desnudo, me miraba
extrañado; yo me dirigí hacia él, al aproximármele un poco más, me dí cuenta que
era el hombre de la manta a cuadros, lo toqué y desapareció, era puro
espejismo, empecé a correr sin control, todo cambiaba súbitamente y
violentamente, casi sin darme cuenta, caí por un desfiladero y vertiginosamente
también desaparecí. Pero mi cuerpo seguía latiendo, era un viaje sin control,
parpadie varias veces pero fue inútil, no había nada, sólo huellas verdes en un
camino negro, al final mi cuerpo, empezó ha aparecer y pude verme; me encontré
con el hombre de la manta a cuadros, la llevaba puesta, se subió a una mariposa
y desapareció.
¿Dónde estoy? ¿Es un sueño?
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